Comunicado de Luis Rastrojo, Presidente de la OINC (Organización Ibérica de Nuevas Clasificaciones)
Muy estimados suscriptores:
La definición taxonómica del ser humano actual, Homo sapiens sapiens (para distinguir del Homo sapiens neanderthalensis, al que presuntamente nos merendamos, metafórica y físicamente, hace cuatro o cinco decenas de milenios), es aceptada universalmente como única raza existente de nuestra especie, para desazón de racistas y otros seres de cerebro licuado que pululan en gran número por las barras de los bares, los transportes públicos (en unos casos en forma de conductor, léase taxi, y en otros como usuarios), los mostradores comerciales, etc. El hecho de que existan especímenes como Bush, Berlusconi, Aznar u otros, no invalida tal aseveración, a lo más confirma el refrán de la excepción…
Sin desmentir, denostar ni tan siquiera discutir tal inexorable unidad del género humano, pensamos, no obstante, que se van generando diferencias de tal calibre en ámbitos geográficos aislados durante generaciones que pueden dar lugar a subespecies endémicas. Y es posible, más cierto que posible, que tal fenómeno se esté produciendo ya. Concretando en el territorio de lo que denominamos España, sea por herencia histórica o por endogamias marcadas por la resistencia a la mezcla, se viene observando la proliferación de lo que denominamos, en lenguaje común, y sólo a fin de ser entendidos, Hombrecerdo Ibérico.
Nada más lejos de nuestra intención que manchar la reputación del muy noble animal, digno pariente y sucesor semidoméstico del Sus scrofa o guarro jabalí, que tanto contento nos proporciona tras ser difunto, hasta el punto de que algún reputado profesional de los fogones declara de él que le gustan hasta los andares. Pero lo coloquial ha asignado al término cerdo y sus sinónimos cualidades peyorativas que por rápidamente inteligibles, aunque inexactas, nos rendían un servicio inmediato ante la urgencia de acometer científicamente tales mutaciones concomitantes en el mono desnudo.
Planteada la necesidad del estudio, era necesario establecer una terminología adecuada. Lo lógico sería añadir a Homo sapiens sapiens un apellido más de subespecie, al que, a su vez se añadiría otro subapellido como variedad (ie. Homo sapiens sapiens sub subespecie var variedad), pero ello nos llevaría a nombres casi más largos que la propia descripción. Optamos, pues, por asignar al nombre de subespecie el rango de género y al de variedad el de especie, en la convicción de que la comunidad, conocedora de los términos que anteceden, nos permitirá el heterodoxo atajo.
¿Qué nombre otorgar a nuestros semicongéneres? Una posibilidad, la fácil, era asumir Sus ibericus, pero quedó desechada por obvia y por soslayar el presunto carácter humano de los colectivos estudiados. Tras arduas consultas y discusiones, regadas por todo tipo de estimulantes destilados, y habida cuenta de que el término ibericus era innecesario y aparecería en la traducción a la lengua de la plebe, se optó, de forma definitiva por el término Homosus, que combina los dos animales y se traduciría como Hombrecerdo, con la opción de añadir Ibérico.
Así, por ejemplo, el primer estudio que en breve se publicará ha de versar sobre el Homosus pseudohabilis u Hombrecerdo Ibérico Manitas.
Esperamos con ello contribuir humildemente con razonamientos de mucha ciencia y risión a la inteligibilidad del desarrollo histórico-zoológico de esta que es nuestra zahúrda con eñe.
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