IV
En el principio no era tan sólo la palabra,
únicamente la ignorancia y aún menos: total
aturdimiento que, recordado, extrañeza
no debería causarte, ya que sigues, después
de tantos, tantos años, igual de atolondrado.
Por no saber, no sabes ni quién eres: perdido
te revuelves en tu fatal dédalo buscándote.
No esperes siquiera compasión de ti mismo.
Bien sabes que la compasión es atributo
de tenderos con mejillas color de longaniza,
satisfechos de sus hijas, faz tipo butifarra.
Se empingorotan los domingos
para hacer balance.
XI
Exhausta ya la tierra.
Sin tan siquiera un hálito de rabia,
desmayada en sus ocres
como quien disimula
que algún día hubo vida, hubo nieblas,
tal vez cualquier sonido articulado,
risa, rumor, silencio breve, tenso
de la rapaz que espulga sus visiones
entre el jardín de piel pintado abajo.
La paseo empapado en los jirones
de polvo, mar, un arenal sin dunas
de bancales borrados de un soplido
sin agua.
Vengan jaras,
y ni ellas, que fueron invitadas,
se dignaron venir, ni retamales.
Y el miedo en las calizas
prendió conífero y humano por los montes.
Sonrisa acarcavada es la lluvia,
casi mueca de burla,
más cicatriz que alivio.
XIV
Nunca florecerán tus dudas. Quiere crecer la cana que en el deseo te ha nacido, mala hierba agostada, combativa raíz. Se cimbrea en crujidos sin ritmo y el viento le hace daño.
En el principio no era tan sólo la palabra,
únicamente la ignorancia y aún menos: total
aturdimiento que, recordado, extrañeza
no debería causarte, ya que sigues, después
de tantos, tantos años, igual de atolondrado.
Por no saber, no sabes ni quién eres: perdido
te revuelves en tu fatal dédalo buscándote.
No esperes siquiera compasión de ti mismo.
Bien sabes que la compasión es atributo
de tenderos con mejillas color de longaniza,
satisfechos de sus hijas, faz tipo butifarra.
Se empingorotan los domingos
para hacer balance.
XI
Exhausta ya la tierra.
Sin tan siquiera un hálito de rabia,
desmayada en sus ocres
como quien disimula
que algún día hubo vida, hubo nieblas,
tal vez cualquier sonido articulado,
risa, rumor, silencio breve, tenso
de la rapaz que espulga sus visiones
entre el jardín de piel pintado abajo.
La paseo empapado en los jirones
de polvo, mar, un arenal sin dunas
de bancales borrados de un soplido
sin agua.
Vengan jaras,
y ni ellas, que fueron invitadas,
se dignaron venir, ni retamales.
Y el miedo en las calizas
prendió conífero y humano por los montes.
Sonrisa acarcavada es la lluvia,
casi mueca de burla,
más cicatriz que alivio.
XIV
Nunca florecerán tus dudas. Quiere crecer la cana que en el deseo te ha nacido, mala hierba agostada, combativa raíz. Se cimbrea en crujidos sin ritmo y el viento le hace daño.
Rumor jamás oído tan nuevo que no lo reconoces en tus libros ni en tus arterias asustadas.
La noticia te ha pillado casi desvestido, casi en los calzoncillos de tus pesadillas, gonádica brida para un caballo ajado.
No toquéis estas yemas, pues no son ellas sino el propio estiércol que simula inflorescencias, por más que pronta primavera proclame quien la sufre.
La espiral del embudo, tal agujas de reloj, fertiliza esa adelfa de hielo que en las piernas negó lechosa sabia a los pisos más altos.
Urticante es la vida, un avispero de semillas. Imposible acercarse a su rozar sonoro. Habría que negar las matemáticas.
Tan sólo el calendario sirve para regar sus días por más que aleatorio: Quién data los dolores, quién retratos trazaría de los errores del tiempo necesarios.
Qué plan, Mamá Natura, olvidaste pergeñar y vinieron estos lodos.
XIX
Cuando nunca el creer en tus adornos
te salva de reírte de ti mismo
has llegado al mundo de las palabras muertas.
Qué maldita preceptiva te mandará callar
y qué prebostes declararán su renta de miserias
para tasar por malo tu exabrupto.
Quién te hará bueno o malo.
XXI
Tras tantas y tantas reuniones
tras tanto trasegar en discusiones
tras tantas teoréticas cuestiones
tras tantas cuantificantes ilusiones:
Hemos decidido
vendernos al mejor postor.
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