Blog (Bitácora, si se prefiere) del Padre (que lo es) Don Francisco de Paula Gálvez e Inchausti y algunos de los heterónimos que con él transitan: Pakito Grillo, El Profano, Bruno Jordán,, etc. Editado a trancas y barrancas, anárquica y aperiódicamente sin ánimo de ofender (o sí, quién sabe) ad maiorem gloriam de las cuatro (o ninguna) neuronas que le restan, o al menos así se supone por los menos entendidos, al escribidor que esto subscribe.

Para críticas: pakitogrillo@gmail.com

Ahora también en TWITTER y en FACEBOOK




jueves, enero 17, 2008

POEMAS DE CONTRAÉPICA QUE SE PUBLICARÁN EN DRÍADE Nº 4

EL QUE RETORNA

Atardecer en tonos suaves.
Calidez atemperada por una más que amplia
gama de tonos pastel del magenta al azul.
El horizonte marino se te aparece imposible de definir.
Sería inútil pensar que cielo tierra y mar fueran cosas distintas.
Nadando calmosamente bucearías sin parar entre el agua y la arena.

Tú que vuelves. Sentado frente a ello percibes
cómo a veces el estruendo de la fábrica de abonos
sobrepasa al del mar tal que llamara
la atención sobre la falsedad de lo idílico.

Barcos de pesca. Salida acompasada. Luciérnagas marinas.
Motores: po-po-po-pó.
Siempre preguntándote adónde iban
cuando desaparecían al noreste y con ellos
el sonsonete de todas las noches.
Titilaban algunos crees que cerca.

Todo se ha o lo han transformado.
Y es lo irreversible de tales cambios
la primera señal de un tiempo que creías
se había detenido para ti en aquellos años agridulces.

Hace treinta que llegaste y dieciséis de tu última partida.
Se dice pronto: tanta ausencia y aún piensas
que todo se habría ralentizado aguardándote.
¡A ti! A ti adolescente sempiterno que no se reconoce
en los espejos ahora irisados de azogue cuarteado.

La humedad que olvidaste se te apega
de mala manera a la ropa al cuerpo
sobre todo a las axilas sienes cogote
esa nuca que te lleva la mirada al suelo maldito cheposo
y te hace los últimos rizos casi pastosos. Sientes
cómo te descienden los sudores hasta ese punto.
Bien pudiera ser piensas que el cuero cabelludo
se te hubiese acarcavado y todo
cuenca canosa confluyese en tal nuca
para manchar de grasa agua y sales
corrosivas el cuello de tu camisa.

Como las sábanas secas en apariencia pero siempre
chorreando impidiendo el descanso
cual si de una sauna se tratase incluso en noches frías.
Buscas refugio en la ducha, pero la toalla te devuelve
continuamente el agua que tu cuerpo le proporciona
te expulsa al jardín medio en cueros casi braceando
en un espeso aire incapaz de secar tu piel perlada de gotitas.

Recuerdas la línea de playa más cercana,
vista desde el aborto arquitectónico que es la Casa
de Baños siempre inútil. Aquí justo aquí
había escaleras con los primeros no sabes cuantos
escalones cubiertos de arena. El agua
casi los lamía en algunas mareas espectaculares
dejando a su pie líneas de puntitos negros
alquitrán de barcos moribundos. Con la brea
algas marrones ásperas desde siempre inertes.

Aquí justo aquí comenzaban las razzias
después de la merienda-cena. Los chavales por su parte
y las niñas por la suya de mediar gamberradas.
Las bebidas corrían por cuenta de los arrendatarios
de las casetas que todavía no habían sido retiradas.
Ni la del Capitán General a rayas verdiblancas
mucho más grande y con mejor cerradura que el resto
se libraba de vuestra curiosidad vandálica.

Arqueología de post-postguerra que podría servir
para conocer costumbres y hasta vicios:
los primeros Play-Boy que visteis requisados
de una minúscula caseta azul cuyo
candado no aguantó el primer golpe.

Ya entonces podía contigo
el aroma de la delincuencia.


NUESTRO HÉROE

Patea nuestro héroe las calles atestadas
de la ciudad extraña y maldice por lo bajo
de la madrastra que le expulsó.

Circulan en su entorno felices ignorantes
de su lenguaje y penas, hormigas para él,
que, barruntando lo que él barruntaría
en su predio, lo hacen indolentes por estar en el suyo.

Peor dolor no hay
que el que no es compartido.

Sin rumbo, ni ganas,
patea nuestro héroe las calles atestadas.

No hay comentarios: