Ya lo dijo el que lo dijo, se aplicó la frase a todo tipo de situaciones relacionadas o no con la cultura del siglo pasado y redundaron en ello mediados los ochenta los de Golpes Bajos: corren malos tiempos para la lírica. Unas veces enunciada por agoreros profesionales, otras por hipocondríacos culturales, otras por diletantes y snobs ansiosos por solemnizar un tibio pesimismo de salón, siempre se ha asociado, traída o no a cuento, a momentos de crisis y carencias. Que ni pintada se nos trae, por tanto, ahora que vivimos la Madre de Todas las Crisis, una crisis que supera las cíclicas predichas por Adam Smith, Ricardo o Karl Marx para convertirse en estructural dejando al descubierto la falsedad del Sistema, la endeblez de los Poderes Públicos, que se han quitado la careta de servidores públicos para mostrarse como servidores de los mercados, y el bache de desigualdad entre la ínfima minoría y la infinita mayoría. Unos malos tiempos estos en que los avances sociales y culturales se ven sustituidos por los drásticos recortes impuestos por los que nunca rebajarán sus beneficios.
En verdad,nunca fueron buenos tiempos para la lírica. La mayoría de los grandes genios del pasado no amasaron fortuna alguna, dejando tal grata labor a los desoficiados herederos de sus derechos y royalties, y, salvo algunos éxitos comerciales, los artistas actuales vivos nunca han estado para lanzar cohetes. Si a ello añadimos la enemiga que determinados políticos tienen al mundo de la cultura, el cocktail está servido: los primeros recortes presupuestarios se harán sobre la Cultura, porque lo consideran un lujo que, como todo lo superfluo, ahora es por fin prescindible, y porque ya era hora de deshacerse de esa pandilla de parásitos críticos y gente de mal vivir que no para de pedir un cambio de orden. Se impone restringir déficit como sea, de forma indiscriminada y sin reparar en consecuencias, aunque no es lo mismo disminuir becas y subvenciones a la creación y a la investigación, cercenando los avances de los últimos decenios, que terminar con las faraónicas imbecilidades que tanto lucran a contratistas y políticos (eso no lo harán) y que han terminado vacías de contenido; por otra parte, se olvida que el mundo de la Cultura funciona en la Economía como sustento de miles de puestos de trabajo en constante peligro y como yacimiento de empleo en los sectores Secundario (i.e. Gráficas) y Terciario (Servicios), pero eso carece de importancia en este contexto globalizado que concede más realidad a un título volátil que a la fuerza real del trabajo o a la tangibilidad de un producto material.
Tal vez no tan malos como estos, pero siempre correrán malos tiempos para la lírica. Como hemos dicho siempre ha sido así y, quizás, ese sea el motor de muchos cambios, porque el hambre agudiza, dicen, el ingenio. La adversidad mueve al rebelde y desenmascara al perezoso y se olisquean vientos nuevos entre tanto pensamiento apolillado. Mientras alguien escriba, pinte, lea, piense, discuta, se indigne o, simplemente, se entretenga leyendo este intento de revista coral, seguirá la lírica gozando de buena salud, por malos que sean los tiempos.
Pongámonos, pues, líricos y a leer se ha dicho.
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