SUEÑO DE LA MUERTE
I
Vive la muerte en mí como una noche
prolongada de gritos y silencios
alternados, insomnio terco y dulce
que socava y malea pensamientos.
Y canta mansamente
de vez en cuando, ebria,
canciones conocidas en su mundo
de nadie, sin pudores malsanos
ni adornos que quisieran
sonar a petulancia.
No hay engaño ni límite posible
a su andanza.
Nebulosas dibuja en las pupilas
de miedo y luego ríe
como una niña limpia y engañosa
que ocultara bondad en su malicia.
II
Dormir.
Y cuando el sueño
descubre su cabeza entre cortinas
preguntarle tranquilo
tantas cosas tan tontas
que el dios de la rutina llore sangre.
O bien sacar del tedio los fantasmas
que cubren de palabras tus paredes
y humedecen mi fondo,
carne de golpe y miedo.
Fuera, que cante el sapo
anudándose, erguido, la corbata
que luce en los sepelios.
Resuden sal las máquinas
como humanas que fueron
y vestido de fiesta
muéstreseme lo obscuro en su arrogancia.
Sea éste un primer postrer poema
que se duerme sin ruidos,
llanto, ni sol,
ni aliento.
III
TAL VEZ UN EPITAFIO
Hoy la Muerte me vence al escondite.
Conoce palmo a palmo el recorrido.
Hoy la Muerte me acecha en cada esquina.
Oculta en infinitos recovecos
sus propósitos;
da por suyos rincones y paredes,
calles, campos, jardines y arboledas;
me hostiga a cada paso,
en cada soledad, en cada objeto.
Hoy la Muerte me pisa los talones.
Lo sé y, aún sin mirarla,
me vuelvo a saludar por un instante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario