Blog (Bitácora, si se prefiere) del Padre (que lo es) Don Francisco de Paula Gálvez e Inchausti y algunos de los heterónimos que con él transitan: Pakito Grillo, El Profano, Bruno Jordán,, etc. Editado a trancas y barrancas, anárquica y aperiódicamente sin ánimo de ofender (o sí, quién sabe) ad maiorem gloriam de las cuatro (o ninguna) neuronas que le restan, o al menos así se supone por los menos entendidos, al escribidor que esto subscribe.

Para críticas: pakitogrillo@gmail.com

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viernes, mayo 05, 2006

EL CERDO IBÉRICO II

Comunicado de Luis Rastrojo, Presidente de la OINC (Organización Ibérica de Nuevas Clasificaciones)
Muy estimados suscriptores:

La definición taxonómica del ser humano actual, Homo sapiens sapiens (para distinguir del Homo sapiens neanderthalensis, al que presuntamente nos merendamos, metafórica y físicamente, hace cuatro o cinco decenas de milenios), es aceptada universalmente como única raza existente de nuestra especie, para desazón de racistas y otros seres de cerebro licuado que pululan en gran número por las barras de los bares, los transportes públicos (en unos casos en forma de conductor, léase taxi, y en otros como usuarios), los mostradores comerciales, etc. El hecho de que existan especímenes como Bush, Berlusconi, Aznar u otros, no invalida tal aseveración, a lo más confirma el refrán de la excepción

Sin desmentir, denostar ni tan siquiera discutir tal inexorable unidad del género humano, pensamos, no obstante, que se van generando diferencias de tal calibre en ámbitos geográficos aislados durante generaciones que pueden dar lugar a subespecies endémicas. Y es posible, más cierto que posible, que tal fenómeno se esté produciendo ya. Concretando en el territorio de lo que denominamos España, sea por herencia histórica o por endogamias marcadas por la resistencia a la mezcla, se viene observando la proliferación de lo que denominamos, en lenguaje común, y sólo a fin de ser entendidos, Hombrecerdo Ibérico.

Nada más lejos de nuestra intención que manchar la reputación del muy noble animal, digno pariente y sucesor semidoméstico del Sus scrofa o guarro jabalí, que tanto contento nos proporciona tras ser difunto, hasta el punto de que algún reputado profesional de los fogones declara de él que le gustan hasta los andares. Pero lo coloquial ha asignado al término cerdo y sus sinónimos cualidades peyorativas que por rápidamente inteligibles, aunque inexactas, nos rendían un servicio inmediato ante la urgencia de acometer científicamente tales mutaciones concomitantes en el mono desnudo.

Planteada la necesidad del estudio, era necesario establecer una terminología adecuada. Lo lógico sería añadir a Homo sapiens sapiens un apellido más de subespecie, al que, a su vez se añadiría otro subapellido como variedad (ie. Homo sapiens sapiens sub subespecie var variedad), pero ello nos llevaría a nombres casi más largos que la propia descripción. Optamos, pues, por asignar al nombre de subespecie el rango de género y al de variedad el de especie, en la convicción de que la comunidad, conocedora de los términos que anteceden, nos permitirá el heterodoxo atajo.

¿Qué nombre otorgar a nuestros semicongéneres? Una posibilidad, la fácil, era asumir Sus ibericus, pero quedó desechada por obvia y por soslayar el presunto carácter humano de los colectivos estudiados. Tras arduas consultas y discusiones, regadas por todo tipo de estimulantes destilados, y habida cuenta de que el término ibericus era innecesario y aparecería en la traducción a la lengua de la plebe, se optó, de forma definitiva por el término Homosus, que combina los dos animales y se traduciría como Hombrecerdo, con la opción de añadir Ibérico.

Así, por ejemplo, el primer estudio que en breve se publicará ha de versar sobre el Homosus pseudohabilis u Hombrecerdo Ibérico Manitas.
Esperamos con ello contribuir humildemente con razonamientos de mucha ciencia y risión a la inteligibilidad del desarrollo histórico-zoológico de esta que es nuestra zahúrda con eñe.

jueves, abril 27, 2006

CONTRAÉPICA EN DRÍADE

POEMAS DE CONTRAÉPICA QUE SE PUBLICARÁN EN DRÍADE Nº 2

IV

En el principio no era tan sólo la palabra,
únicamente la ignorancia y aún menos: total
aturdimiento que, recordado, extrañeza
no debería causarte, ya que sigues, después
de tantos, tantos años, igual de atolondrado.
Por no saber, no sabes ni quién eres: perdido
te revuelves en tu fatal dédalo buscándote.

No esperes siquiera compasión de ti mismo.
Bien sabes que la compasión es atributo
de tenderos con mejillas color de longaniza,
satisfechos de sus hijas, faz tipo butifarra.

Se empingorotan los domingos
para hacer balance.


XI

Exhausta ya la tierra.
Sin tan siquiera un hálito de rabia,
desmayada en sus ocres
como quien disimula
que algún día hubo vida, hubo nieblas,
tal vez cualquier sonido articulado,
risa, rumor, silencio breve, tenso
de la rapaz que espulga sus visiones
entre el jardín de piel pintado abajo.

La paseo empapado en los jirones
de polvo, mar, un arenal sin dunas
de bancales borrados de un soplido
sin agua.

Vengan jaras,
y ni ellas, que fueron invitadas,
se dignaron venir, ni retamales.
Y el miedo en las calizas
prendió conífero y humano por los montes.

Sonrisa acarcavada es la lluvia,
casi mueca de burla,
más cicatriz que alivio.




XIV

Nunca florecerán tus dudas. Quiere crecer la cana que en el deseo te ha nacido, mala hierba agostada, combativa raíz. Se cimbrea en crujidos sin ritmo y el viento le hace daño.

Rumor jamás oído tan nuevo que no lo reconoces en tus libros ni en tus arterias asustadas.

La noticia te ha pillado casi desvestido, casi en los calzoncillos de tus pesadillas, gonádica brida para un caballo ajado.

No toquéis estas yemas, pues no son ellas sino el propio estiércol que simula inflorescencias, por más que pronta primavera proclame quien la sufre.

La espiral del embudo, tal agujas de reloj, fertiliza esa adelfa de hielo que en las piernas negó lechosa sabia a los pisos más altos.

Urticante es la vida, un avispero de semillas. Imposible acercarse a su rozar sonoro. Habría que negar las matemáticas.

Tan sólo el calendario sirve para regar sus días por más que aleatorio: Quién data los dolores, quién retratos trazaría de los errores del tiempo necesarios.

Qué plan, Mamá Natura, olvidaste pergeñar y vinieron estos lodos.


XIX

Cuando nunca el creer en tus adornos
te salva de reírte de ti mismo
has llegado al mundo de las palabras muertas.

Qué maldita preceptiva te mandará callar
y qué prebostes declararán su renta de miserias
para tasar por malo tu exabrupto.

Quién te hará bueno o malo.


XXI

Tras tantas y tantas reuniones
tras tanto trasegar en discusiones
tras tantas teoréticas cuestiones
tras tantas cuantificantes ilusiones:

Hemos decidido
vendernos al mejor postor.

martes, abril 25, 2006

DIGRESIONES DE BRUNO JORDÁN IV

*104*
La ambición es imparable. Pero el Principio de peter es inexorable, y acaba dando el cante.

*105*
¿Quién elige dónde nace? Las diferencias nos las marcan, no las decidimos. Las glorias patrias son los dividendos de los caciques.

*106*
Frente a los que me pregonan que lo ponga todo en positivo, callo, río por dentro y me pregunto qué tipo de frustración arrastran para intentar un cambio en el devenir que ellos prevén nefasto. Yo no espero nada; por tanto, lo que me sea dado será bienvenido y hasta agradecido.

domingo, abril 23, 2006

A FALTA DE PAN, BUENOS SON PASTELES

Habida cuenta de mi silencio -la vida te bloquea física y mentalmente de vez en cuando, y a veces de forma irreversible- en los últimos tiempos, debo manifestar que sigo vivo, y más que nunca. La escuela del dolor es la que más enseña a los que no somos masocas, y me ha tocado doctorarme.
Tal vez el peor efecto de lo que ha ido aconteciendo haya sido el que me sea imposible escribir una maldita línea, lo cual, tras mi voluntario ostracismo de casi ya dos lustros, me corta la única línea que me unía con el mundo social-real.
Pero al rescate viene mi congénere Borja, que engrasa las pocas neuronas que el etilismo y las desilusiones me han dejado vivas.
Su Bitácora, NEPIONADAS, es oxígeno para los pocos que conserven un mínimo, al menos, de mente crítica y de chacota suficiente para aguantar todo esto. Lo último, A PICAR PIEDRA, es antologizable. Por otra parte, leer su horroróscopo semanal, el de ANAÏS DEL FOSS, aclara muchas de las cosas que se ven venir
Los psicólogos me han prohibido el sarcasmo, pero sólo gente con un humor parecido al mío puede salvar mis conexiones neurológicas. ¿O es que nos vamos a resignar a morancos, arrocetes-pinochetes, berlusconis-acebes-percebes, laterosibilantesrajoys, blanconuclearpesoes, etc.? Para eso, mejor el Circo del Sol o mi amigo Nepión , porque hay reductos en los que la inteligencia aún dice algo.
Volveré, lo aseguro, dentro de poco a daros el cognazo. Mientras tanto, os sugiero que disfrutéis de mi congénere.

miércoles, marzo 15, 2006

CANCIONES III

CANCIÓN DEL RACIOCINIO

El sueño de la Razón produce monstruos tercos,
pululantes, traviesos. Mil razones iguales,
iguales servidumbres y siervos deambularon,
esteparios dementes, por vergeles supuestos.
Hiérguese sin pudor ni maldad aparentes
su rastro dolorido.
¡Qué acibarado cáliz!

lunes, febrero 27, 2006

CARNAVAL







Hace mucho, mucho tiempo, se creó una Orden, cuyas normas transcribo. Lo efímero de su existencia, un año, no obsta para que pueda ser resucitada en su momento. De las dos imágenes que acompañan, una corresponde a Mi Mismeidad en estado extático (o sea, en éxtasis), y la otra es publicada sin autorización de Sor Tilegio, embarazada en tal momento (ella dice que por una palomita palestina): aténgome a mi condición de Madre Sortera y Superiora en aquellos tiempos para resguardarme de cualquier demanda, deseando, al tiempo, que su feliz alumbramiento no se velase.
Valga lo dicho y ahí van las
CONSTITUCIONES DE LA MUY JOCOSA Y VENERAN­DA CONGREGACIÓN DE HERMANAS DE LAS CARNESTOLENDAS

TÍTULO I

DE LA CONGREGACIÓN Y QUIÉN LA COMPO­NE

Art. 1.- La Muy Jocosa y Veneranda Congregación de las Hermanas de las Carnestolendas se constituye, para mayor gloria de la Humanidad, con el único fin de hacer la vida agradable a sus componentes y que éstos/as se la hagan del mismo modo a todos cuantos de la tolerancia y la chacota hagan profesión de fe, intentando extender dichos valores a quienes no se benefician de ellos sea por ignorancia y/o interés, esforzándose así para contribuir a la salud mental y física de la población. A tan altas intencio­nes se compromete en el estudio y recuperación de tradicio­nes y festividades laicas y en la práctica de una sociable joviali­dad no exenta de refinamiento.

Art. 2.- La Congregación hace propias las demo­crá­ticas vir­tudes de la toleran­cia y libertad de expresión y pensa­miento, desechan­do por ello cualquier tipo de connotación despecti­va en sus ritos y otros actos externos hacia quien no comparta sus posiciones, salvo frente a intolerantes, integristas y otros cenutrios, desterrando de su seno las ofensas y zafiedades. Es motivo de exclusión transgredir dichos princi­pios. Por lo demás, las Hermanas devienen en obligadas a que el humor, incluso ácido, sea guía de sus vidas.

Art. 3.- Podrá pertenecer a ella toda persona de espíritu abierto y talante progresista, sin considerar su pertenencia al sexo femenino, masculino o intermedios, que, presenta­da por al menos dos Hermanas Profesas, haga suyas las antedichas virtudes, tenga cuerpo de jota, cumpla las normas conteni­das en estas Constituciones y sea aceptada por el Capítulo General a propuesta de la Junta de Madres, pasando a ser a partir de entonces denomina­da, en femeni­no, con su nombre interno, al que se prepondrá el título Sor, en todo acto y comu­nica­ción de la Congregación. Caso de incurrir una Hermana en delito de matrimonio, habrá de entrar en la Congregación el/la cónyuge, en evitación de disturbios que las obligacio­nes causaren; de no ser así, pasará la Hermana al estado de Novicia repitiendo ciclo cual si nueva fuere.

Art. 4.- La condición de Hermana se perderá voluntaria­mente en cualquier momento, de oficio por incumplimiento no justificado de las obligaciones pecuniarias anuales, o por decisión del Capítulo General a propuesta de la Junta de Madres si la Hermana incurriere en los casos ad hoc expues­tos en el Reglamento Disciplinario que aprobará el Capítulo, contando siempre con la previa audiencia de la interesada.

Art. 5.- Los grados de la Congregación son Novicia, Profesa y Madre, manteniendo éste último en tanto se pertenezca a la Junta. A quien solicite su entrada se le denominará Postulanta.

Art. 6.- El Noviciado se extenderá por un ciclo anual completo y no comportará menoscabo de derechos y deberes ni diferencia alguna salvo en lo referente al hábito y a la obligación de no comenzar la pitanza en los ágapes hasta que lo hayan hecho Madres y Profesas .



TÍTULO II

DE LOS ÓRGANOS Y OFICIOS

Art. 7.- La Asamblea de la Congregación se denomina Capítulo General. Se celebra una vez al año. En ella las Hermanas modifican estas Constituciones, eligen por dos años la Junta de Madres, asigna­n los oficios, a­prueban o censuran su gestión anualmente, cubren las vacantes, conce­den los premios anuales y reciben a las nuevas. Se desarro­lla bajo el principio de una persona un voto y mayoría simple.

Art. 8.- La Junta de Madres es el órgano de dirección espiritual y material. Su función es la gestión de la Congre­gación. Se compone de seis Hermanas, que ostentan el nombre de Madres. Los oficios a ella asociados son: Madre Superiora, Madre Escribana, Madre Clavaria, Madre Sastra, Madre Hospedera y Madre Corista. Se renueva cada dos años, pudiéndose dar la reelección.

Art. 9.- La Madre Superiora representa a la Congrega­ción, dirige y modera los debates, convoca y preside la Junta y el Capítulo, coordina sus trabajos, y tiene voto de calidad en caso de empate.

Art. 10.- La Madre Escribana toma y conserva las actas, se ocupa de las comunicaciones internas y ayuda a la Madre Superiora en la coordinación del resto de oficios.

Art. 11.- La Madre Clavaria vela por la salud material de la Congregación, guarda los fondos de ésta y recauda las aportaciones de las Hermanas.

Art. 12.- La Madre Sastra es responsable de la uniformi­dad y mantenimiento de los hábitos.

Art. 13.- La Madre Hospedera se ocupa de la búsqueda y contratación de lugares apropiados para las reuniones y ágapes, cuidando siempre de la calidad y precio de éstos últimos.

Art. 14.- La Madre Corista intenta, dentro de lo posible­mente imposible, acompasar las voces de las Hermanas en las jaculatorias, letrillas e himnos entonados en público, que se aprobarán a su propuesta.


TÍTULO III

DEL HÁBITO QUE LAS HERMANAS PORTAN
Y DE SU ASPECTO EXTERNO

Art. 15.- En toda reunión, ceremonia, ágape o festejo, las Hermanas llevarán con orgullo, que no soberbia, el hábito, quedando dispensadas de ello por comunicación expresa de la Madre Superiora y no por ninguna otra razón. Es tarea de la Madre Sastra inspeccionar la uniformidad de las Hermanas en cada caso y reconvenir a éstas si contravinieren esta norma en parte o en su totalidad. El hábito no es un disfraz; su utilización en actos ajenos a la Congregación queda prohibido, salvo autorización dada en cédula expedi­da al efecto.

Art. 16.- El hábito consistirá en túnica negra, sobre la que se colocarán un babero blanco y peto y espaldar verdes. La túnica llevará una abertura en su lado derecho para entrever el muslo, vestido éste con medias cristal obscuras y un liguero glauco brillante. El calzado será negro. En la cabeza portarán las Hermanas verdugo blanco que oculte las excrecencias pilosas del cráneo, y, sobre dicho verdugo, velo largo negro con borde blanco en la frente. Las dimensiones de cada prenda serán fijadas por la Madre Sastra. Las Madres se distin­guirán por un ribete blanco en el peto y espaldar. Las novicias vestirán peto y espaldar a rayas, cual colchón, verticales blancas y verdes. Por lo demás, no existirá otra distinción.

Art. 17.- Corresponde a la Madre Sastra la confección de todos los hábitos. Para ello, la Junta fijará, a propuesta de aquélla el precio que han de abonar las Hermanas, no permitiéndose prendas externas ajenas a la Congregación.

Art. 18.- Queda radicalmente prohibido afeitarse la cara desde al menos los dos días anteriores a cualquier acto de la Congregación. Lo contrario rompería la máxima de que las monjas han de lucir barba. Sí se permitirán, en cambio, en las Hermanas de sexo femenino, los postizos y maquilla­je que simulen tan digno atributo.

Art. 19.- Deben las Hermanas esforzarse en llevar el hábito aseado y completo, con gracia, poten­ciando los contoneos que le otorguen donosura a los ojos de los/las profanos/as, compitiendo sanamente entre ellas en gráciles movimientos.


TÍTULO IV

DE LAS LITURGIAS Y ACTOS QUE NUTREN
LA VIDA EN COMÚN DE LAS HERMANAS

Art. 20.- Dos veces al año, cuando menos, una de ellas con ocasión del Capítulo General, las Hermanas celebrarán un ágape, o cena, en local habilitado al efecto. En dichos ágapes se recibirá a las novicias, profesarán las que estuvie­ren preparadas, se entregarán los premios externos e internos, se prepararán los magnos acontecimientos y se confraternizará. Es misión de la Madre Hospedera que el coste de los ágapes no quebrante la economía de las Hermanas y que la calidad de los alimentos e higiene del local deleiten a las asistentes. Serán presididos por la Junta, que será la primera en hincar el diente, seguida por las profesas y las novicias.

Art. 21.- La festividad más importante y cuasi razón de ser de la Congregación es el Carnaval. En tan sin par ocasión, es inexcusable la participación, para lo cual la Junta velará por mantener en tensión y unidas a las Herma­nas, que habrán de tener el hábito, la mente y el cuerpo preparados para disfrutarlo como merece dejando en buen lugar su pertenencia a la Muy Jocosa Institución.

Art. 22.- El Capítulo fijará, a propuesta de la Junta, los objetos, actitudes y acontecimientos que sean objeto de adoración, así como los ritos a tal efecto que se instituyan.



TÍTULO V

DE CÓMO LA CONGREGACIÓN SE FINANCIA
Y DE LOS SUFRAGIOS QUE ACEPTA

Art. 23.- Las Hermanas satisfarán una cuota anual, fijada en el Capítulo. Asimismo quedan obligadas a satisfacer el coste del hábito y de los ágapes.

Art. 24.- Lo recaudado por cuotas se dedicará a los gastos de administración y comunicación, así como, dentro de lo posible, a paliar los desajustes que impidan a algunas Hermanas satisfacer sus obligaciones con la Congregación.

Art. 25.- La Congregación podrá aceptar sufragios externos de cualquier tipo, siempre que no comprometan su independencia y filantrópicos objetivos.

DISPOSICIÓN TRANSITORIA

Art. único
.-Por el período de un año, la Madre Superiora será la Madre Sortera, que ostentará, además el título de Madre Fundadora de forma vitalicia. Ella nombrará la primera Junta, encargada de la puesta en marcha de la Congregación.


MADRID, ABRIL DE 1994

martes, febrero 21, 2006

L'ACTUALIDÁS - II

Más de lo mismo.
Siempre habrá un malo de la película que justifique nuestras carencias, y tal vez le toque al menda ser el feo. Lo malo es que hasta los malos tienen sus razones y los buenos también. Lo curioso es que, cuando intermedian las mentes bienpensantes, donde no había ni buenos ni malos aparecen guerras inexistentes.

La vida, la única que tenemos, sigue su curso, y ya tenemos bastante con aguantarla. Cansan los que quieren orientar la de los demás.

L'ACTUALIDÁS - I

Tal que ahora me s’ocurre que los cuñaos siempre te dirán lo de “te lo digo pa que tenteres, cojones” sin preguntarte antes qué ha pasado. Y es que la sangre tira, y, si no, ver el aforismo 83 de las Digresiones de Bruno Jordán de 19 de julio de 2005 en este maldito blog.

lunes, febrero 06, 2006

CONTRAÉPICA VIII (A Coro y Rober)

TELÉMACO ES BUSCADO POR SU PADRE

Yo desangelado.
Cuenco en el nadie, nunca,
nadie beberá.

Hubo momentos, sí, no tiempo,
de gozo transcurrido.
Y medías sus miembros,
tierra arable, decías, por tus manos.
Poco para ti serían los cánones,
poca su aplicación, no es mensurable
la realidad si hay ficciones que la narren.

Ya libación, ya orgías.
Y ya sin número las tribulaciones.
Corre un anciano viento de miedo en la garganta.

Dónde mi risa.

jueves, enero 26, 2006

EL DÍA MÁS FELIZ


Observad a este pipiolo virginal retratado a la derecha (con perdón). Ved, amadísim@s herman@s, la bondad destilada en el rostro del infante. ¿Acaso no proporciona una paz interior sólo comparable al visionado completo de La casa de la Pradera? ¿No incita al recuerdo del día más feliz de nuestra vida? ¿No nos eleva en espiritual escalofrío a las más altas sumidades de la transcendencia y el desapego por los mundanos bienes? En este totum revolutum que es nuestro planeta, imágenes como la que presentamos vienen a renovar las esperanzas en un mundo más justo, bello, próspero y feliz.

Todo lo anterior tendría validez si no fuera porque el interfecto era yo; y no fue el día más feliz de mi vida. Me picaba el traje como si me fuera la vida en ello, me apretaban los zapatos en proporción directa a la duración de la misa en latín con sermón interminable y no me habían regalado reloj alguno. Para rematarlo todo desilusionando a quien se ponga tierno, era un delincuente infantil que asesinaba lagartijas, saqueaba con nocturnidad las casetas de la playa de Castellón y maltrataba con fruición a mis pobres hermanitos.

Un inocente angelito, en suma, que no pudo engañar al fotógrafo, que, entre todas las instantáneas eligió ésta en que el truhán queda evidenciado en la sonrisa sardónica, con el labio ligeramente elevado al lado diestro.

lunes, enero 23, 2006

DE OÍDAS

Debe, cree, restringir sus visitas al bar del portugués. Lo barato del whisky nacional, cien pesetas por debajo de lo exigido en otros establecimientos, se ha convertido en un arma de doble filo para su bolsillo y estado físico, a más de los problemas que provoca en su de siempre deficitaria psicomotricidad.

A decir verdad, este tipo de propósito se lo lleva haciendo veinte años, cambiando tan sólo, o ni más ni menos, la ubicación de los negocios en los que su vida social se desarrollaba en proporción directamente inversa al tamaño del hígado, aunque habrá que reseñar en cuanto a lo último que nunca se le han detectado visceromegalias en las pocas y laboralmente obligadas revisiones a que se ha sometido, ignorando hasta la fecha qué tipo de enmascara­miento o milagro protege su tan maltratado órgano de las indiscreciones de los facultativos, a pesar de las obvias pistas que proporcionan las venillas dibujadas en los pómulos, más visibles cuando no está congestionado, y bien mirado ello sólo sucede muy de mañana cuando la voz se niega a seguir sus razonamientos y las miradas se desvían del resto de la cara hacia las gafas obscuras que han llegado a ser apéndice insoslayable de su faz. No es que se oculte, pero ni él se puede mirar la mayor parte de la jornada y cree acertar si opina que opinan los demás de igual manera, dando al traste con lo que reste de buena imagen en los pocos círculos que aún le respetan sin compadecerse, por ignoran­cia, connivencia o solidaridad obligada por la coincidencia de hábitos. Rota cualquier amarra con la cordura en el manejo de la exigua economía familiar, indolente cede a la atracción cotidiana de la puerta abierta del local. Pecata minuta, rezonga preparando la excusa casera por el dispendioso retraso a sabiendas de que ninguna valdrá y que la resignada falta de reacción por parte de su cónyuge es más impotencia rumiada en decenios que comprensión de lo que él llama su enfermedad. Todas las tardes exacto razona­miento para nada: cotidianamente recala en el bar a la vuelta del trabajo, sucio, cansado y recontando las monedas que le permitan mantener su parcela en el mostrador, hirviendo en culpas y autojustificaciones que remiten al cuarto de hora para volver, a la salida, en el corto trayecto hasta una cena que no sabe si tomará, mirada esquiva, frente a quien a veces cree engañar y otras sabe que no.

Añádese a lo que él ya contempla como la caótica novela de su vida un extraño toque rosa inimaginable en su coriácea estructura mental. Porque enamorarse a estas alturas del partido sólo admite la calificación de tragicómico. Siempre había atribuido ese tipo de pulsiones a inconsciencias juveniles que siquiera merecía la pena recordar, incómodamente, para no repetirlas o, como máximo, reconducirlas a sexo, única vía satisfactoria en asuntos de tal índole y hace lustros, alcohol o hastío por medio, ni eso. Lo masculla para sus adentros ya insensibilizado por la dosis rayana con el aviso en la garganta que le obliga a parar todos los días, desconoce si náusea física o regurgitación de amarguras cercanas y constantes. Pero no es la tardía pasión en sí lo que le descon­cierta y arrebola. Hasta el momento, y en todo caso de manera fugaz, sólo unas redondeces colocadas a su gusto o la leve insinuación de un escote seguido de agachadizo gesto podían devolverle instintos hibernados e imaginaciones no confesables en voz alta. Incluso recuerda amores de pago y tumultuarias fiestas de fin de año, o arrumacos con compañeras de trabajo cuya única derivación fue la negación del saludo a partir de entonces. Ahora no se trata de nada por él experimentado y eso le lleva a mal traer. Ahora es una voz lo que le encandila y sonroja hasta el punto de impedirle decir algo cada vez que la oye.

Una voz...¡Qué voz! Le retrotrae al tiempo que le hace progresar en futuros si no idílicos menos grises que los hasta ahora pergeñados. Recuerda los tiempos en que asistía al Real de la mano de su padre, todavía lúcido. Recuerda su ensimismamiento, maravillado ante la vibración de las cuerdas al contacto con el arco, perfecta­mente audible e independiente del sonido que producían y de su timbre, hasta el punto de que le parecían instrumentos distintos. Así ella, como si en su voz hubiese dos partes: la voz en sí, maravillosamente modulada, y el roce de las cuerdas, esa reverbera­ción exacta que humaniza y la hace más profunda a la vez que cálida. Voz promesa de comprensiones nunca halladas a pesar de su constante búsqueda; voz casi senten­ciosa en su justo tono grave; voz como servicial refugio ofrecido a quien la escucha, incapaz en apariencia de traición; voz que él llega a imaginar en tranquilos estertores amatorios a poco que cierra los ojos.

Nunca, en los últimos meses, ha logrado vencer su timidez. Nunca una mirada directa que rompa el hielo ni una frase de salutación o acercamiento, por no hablar de un contacto físico, imposible aun estando tan próximos. Si acaso la espía sesgando la vista en el espejo de la incómoda pilastra que, absurda­mente plantada en medio del mostrador, impide servir conforta­blemente. Bien es verdad que el puesto de vigía no siempre se encuentra disponible. Entonces, y hoy se da el caso, si cuando llega no está libre el rincón estraté­gico, avanza centímetro a centímetro casi reptando con los codos sobre el aluminio manchado con diversos líquidos ya pegajosos hasta conseguir la posición más ventajosa. Porque ella invariablemente ocupa el mismo lugar desde que, casualmente, un día él, cerrados los locales de la zona por vacaciones, entró en el establecimiento con cierta grima provocada por sus deficientes cualidades higiénicas, y los precios y la voz de ella le hicieron adicto.

Continúa acodado en la barra, haciendo esfuerzos por no tornar la cabeza y contemplarla descaradamente. Cada vez que la voz de ella se escucha, algo parecido a un placentero escalofrío recorre su espalda hacia arriba y él baja los párpados entreabriendo involuntariamente los labios con expresión que el camarero interpreta unas veces como estupor, otras como deleite y otras, según la forma de torcer la comisura, como sorna o frustración, atribuible a quién sabe qué monólogos interiores que la ingesta etílica provoca en los clientes asiduos. En ocasiones se pregunta el portugués por el vespertino bebedor solitario que ya ni habla: conocidos como son sus gustos, se le sirve la primera nada más entrar y las siguientes son reclamadas con el pulgar hacia abajo señalando el vaso vacío; paga sin equivocarse y marcha sin un saludo o un gesto de despedida. Y del mismo modo desaparecen los interrogantes, pues sólo faltaba meterse en la vida de la recua de patosos, fuleros y parias que le dan de comer.

Hoy el hombre, dolorosamente cansado, los pies, se dice, como morcillas, no ha logrado hacerse con su sitio hasta la tercera copa, límite forzoso de su presupuesto, y se recrea en ella más de lo acostumbrado, fija la vista en el azogue cuarteado de la pilastra, en que parecen multiplicadas por cinco las deposiciones de las moscas. Ve como se acerca a ella un hombre de mediana edad, chaparro y con bigotito. Él se tensa y los segundos pasan como horas, como días, como años en ese silencio terrible de múltiples conversaciones terminadas al unísono. Aspira sonoramente envarando los músculos del cuello y la oye, la oye cadenciosa, nítida, sugerentemen­te lúbrica:

- Encantados de servirle. Su tabaco. ¡Gracias!

jueves, enero 19, 2006

EL SABIO

Los pocos que tuvimos el honor de gozar del aprecio y la benevolencia de Aruyama, casi todos por aquel tiempo poetas aficionados, como un anciano chileno padre de una mediocre cantante, o un políglota ejecutivo de una multinacional informática al que los jóvenes queríamos colgarle del cuello una lápida por su afición a las conmemoraciones, o un fotógrafo que lo fue de lo más granado del gobierno local, o yo mismo, perro callejero con pedigrí, coincidimos en que su mayor aportación a nuestra enseñanza en los caminos de la filosofía vital fue el laconismo, rayano a veces en displicencia, con que nos despachaba. Lo escueto y a la vez rotundamente (por redondamente) acabado de sus aforismos, poemas y parábolas sorprende a propios y extraños, extrañándose a su vez éstos, que no nosotros los propios, de que en una sola frase, con una concisión pasmosa pudiera explicarse prácticamente todo con todos sus matices. Parco siempre en gestos, ahorrativo en la conversación y humildemente concentrado en las grandes incógnitas, a las que se acercaba desde el reconocimiento constante de la ignorancia y la duda, en ocasiones ni siquiera nos contestaba por más que pasábamos eternidades sentados frente a él.

Aquel día, cuando penetré en la habitación, Aruyama permanecía, como siempre, en el centro de ella, dando la espalda a la puerta, recostado sobre una alfombra de espesísimo pelaje. Apoyaba relajadamente en ella su mano izquierda e inclinaba hacia ese lado con levedad la cabeza. Cuando di un rodeo para enfrentarlo, percibí que estaba fijo en un voluminoso libro cuyos caracteres, como siempre, yo no entendía.

El libro era el único objeto, ni lámparas había, en aquella estancia de paredes y techo en un desvaído color naranja pastel, a tono con la alfombra que cubría casi todo el entarimado claro del suelo, formando en apariencia parte de él. En los paños del este y el poniente (la entraba daba al norte), en su exacto centro se ubicaban sendos ventanales que iluminaban sin sombras al maestro y al texto cuyo sentido nunca llegué a alcanzar.

Me senté a metro y medio de él, como era costumbre. Levantó la mirada y la mantuvo fija en mí sin articular palabra durante lo que tal vez fueran segundos y se me antojaron horas. Sentí cómo entonces sus ojos cortaban el aire penetrando en lo más recóndito de mi espíritu.

Solté entonces las riendas de mis inquietudes y, primero de forma compulsiva y luego con cada vez más serenidad, guiado por su mirada, expuse durante un periodo que debió ser extensísimo, pues cuando terminé la luz era ínfima y recuerdo haber visto en algún momento entrar el sol por el vano oriental, tal retahíla de preguntas que podrían haber llenado el tomo que él leía.

Inquirí sobre el sentido de la vida y nuestras acciones –o más bien las mías, he de reconocerlo- y errores, así como los matices que obscurecen nuestra trayectoria; demandé soluciones, le rogué iluminase mi camino en esta escuela de dolor y desacierto que es nuestra estancia aquí. Me vacié.

No movió entretanto un músculo de su cara. Fijos los ojos en mí, sólo los cambios de apoyo en un brazo u otro denotaban que el tiempo no se había detenido. Su semblante no reflejaba ningún tipo de emoción o sorpresa, y así permaneció un largo periodo tras dar fin a mi perorata.

Desconcertado con su silencio, esperé. Y esperé. Y esperé hasta que no pudiendo aguantar la ansiedad, me levanté, respetuosamente me incliné ante él y, volviendo a rodearle, enfilé hacia la puerta.

Entonces, sólo entonces, habló:

— Te estás volviendo pesadito, hijo. ¿Por qué no cambias de camello?

viernes, enero 13, 2006

MÁS CONTRAÉPICA

No has de buscar la luz en este ámbito,
reflejo cielo anaranjado en quejas.
Es un grito esta noche de susurros
transeúntes. Siquiera distinguida,
entre ahítas farolas, quedo el paso,
la caricia del que muerto saluda.
Piel del suelo que arañas,
telúrica ponzoña, semillero
podrido en negros magmas, acerico
en que hicieron diana puntas tórridas
y tu miras recreado en tu ceguera.

Sintético arrebol, toda la noche
anocheciendo al tiempo que amanece.
Qué agridulce sopor se clava en tus dos
piernas y en el manoseado vértice
de tus cavilaciones, tan ajadas
que sestea la muerte y se despierta
llevada por tus sueños que la acosan.

Poco hará que te aparten este cáliz:
tu vida en derredor sangra hojas yertas
y con sordo pisar se mueve en otros
pagos, marcha sin saber hacia dónde,

y tú no eres ni serás su dueño.

CONTRAÉPICA

ESO que llaman cuerpo y sólo eres
por más que transcendencias busques triste
debajo de la cama, entre los libros,
aferrado a las aves de tu augurio,
objetos, seres que te justifiquen
elevación distante, no mundana.

Solo cuerpo aquillado en ralos fondos
enlodados de jugos, ruidos, células
y eléctricas viscosas reacciones
dadas por bien en tanto te mantienes
vivo, dices, en lucha con tu espejo
abarquillado, irreflexivo, sucio.

Orógrafo de ti examinas, tientas,
palpas finito tanteando límites,
mundo que eres, sabido en tu ignorancia,
el ámbito habitado por los otros
cuerpos en colisión intencionada

también reconociéndose en sus ritmos.